Todos nosotros estamos influenciados por nuestra experiencia y antecedentes. Percibimos las instrucciones en el contexto de nuestra educación, experiencia, herencia, cultura de nuestra organización, y muchas otras variables. Los buenos administradores saben esto muy bien y se aseguran que sus instrucciones sean claras, concisas, y bien entendidas. Ellos saben que caminan a través de una fina línea entre comunicar instrucciones en forma adecuada y matar motivacionalmente a sus trabajadores al no permitirles suficiente tiempo para hacer sus trabajos. Tú puedes equilibrar muy bien las acciones de dar instrucciones y motivar, simplemente incentivando a tus trabajadores a que participen en la fijación de objetivos para ellos mismos y sus grupos de trabajo, ayudándoles a desarrollar un plan para alcanzar dichos objetivos y asegurándote que cada uno de ellos entienda la misión del trabajo en equipo y el papel que juegan en el logro de esas metas. Cuando lo hagas sugiere que cada miembro de cada equipo de trabajo eventualmente reporte sus avances y de haber problemas encáuzalos por el camino correcto y anímalos hacia el éxito y triunfo individual y colectivo.