Esta regla de oro es más que un principio de conducta ética; es una fuerza dinámica que puede trabajar bien en las vidas de incontables personas. Cuando la pones en práctica para tratar a los demás como si tú fueras parte de esos otros, contagias de buena vibra a todas esas gentes, quienes a su vez, se motivan para hacer lo mismo. Esta fuerza positiva y optimista se reproduce exponencialmente y en algún momento regresará a ti desde otras fuentes completamente nuevas para ti. Por ello, cuando recibas el beneficio de una buena acción hacia ti por parte de un completo extraño, ésta puede ser el resultado de una reacción en cadena generada tiempo atrás en otros ámbitos y teniendo como protagonistas a otras gentes.