Los niños en edad escolar a veces practican un juego llamado “Honestidad”. Las reglas son simples: Por un determinado período de tiempo, los participantes deben decir la verdad sin importar el tema. A continuación, deben hacerse preguntas tales como, “¿Te gusta mi pelo?” “¿Crees que Lindsay es linda?” Es inevitable que alguien se enoje cuando alguien del grupo descubre que alguien de los participantes ha ocultado la verdad diciendo “pequeñas mentiras blancas”, para no herir los sentimientos de alguien en particular. Incluso cuando el juego ha terminado, estas mentiras piadosas no se olvidan pronto. Ser honesto con los demás no significa ser brutal. No es necesario decirle a la gente todo lo que a uno no nos gusta acerca de ellos con el pretexto de pecar de sinceros y “por su propio bien.”. A veces es mejor no herir los íntimos sentimientos de cada persona si desconocemos como pueden reaccionar. El respeto por la autoestima de los demás a menudo significa ser cautos y por ello sé prudente en sólo decirles parte de la verdad de lo que pensamos de ellos.