Para aquella persona que lucha por alcanzar sus metas, quizás el hábito más destructivo y peligroso sea la desidia, porque te roba la posibilidad de poner en acción tu iniciativa. Cuando pospones planes y proyectos, es más fácil que los vuelvas a posponer, hasta convertir esa acción en un hábito muy difícil de poder erradicar. Tristemente, los efectos de este mal hábito son acumulativos. Te sorprenderá lo rápido que comienzas a sentirte mejor contigo mismo y en todo lo que haces, cuando decides enfrentar los hechos de inmediato y resolverlos. Como alguna vez dijera el primer ministro británico Benjamín Disraeli, “Ser decidido no siempre trae la felicidad; pero no hay felicidad sin ser decidido y emprendedor.”