Vivimos en un mundo competitivo que mide el éxito de ganadores y perdedores, y en el que cada victoria genera una pérdida de igual dimensión. Cuando una persona triunfa, parece lógico que alguien deba perder. En realidad, la única competencia que importa es aquella en la que compites contigo mismo. Cuando la norma de rendimiento se basa en ser el mejor, consigo mismo, el resultado será que nunca se pierde, al contrario, se está constantemente mejorando. Por eso, disciplínate a revisar tu rendimiento personal periódicamente. Cuando no logres tus objetivos, evalúa la situación y cuestiónate: “¿Hay algo que pude haber hecho para cambiar el resultado?”. Si la respuesta es “no”, y si estás satisfecho con que has puesto lo mejor de ti, entonces no pierdas tu tiempo aliviando el pasado. Simplemente aprende lo que puedas de tu propia experiencia, y luego entra en acción de nuevo. Si hacer lo mejor de ti se vuelve una costumbre, los fracasos temporales serán eso simplemente.